Antes de la universidad

Antes de la universidad: entre la comparación despreocupada y la preparación para el resto de tus estudios

Has hecho literatura comparada sin saberlo si has realizado un terminal L y has seguido el programa específico de literatura. A menudo tienes obras extranjeras que se introducen en el corpus y para el programa 2017-18, te invitaron a comparar una novela, La Princesse de Montpensier de Mme de Lafayette (1662) y la película del mismo nombre de Bertrand Tavernier de 2010. Comparar una obra cinematográfica y una novela no consiste en enjuiciar al director por su mayor o menor fidelidad a la obra; se trata mucho más de comprender las limitaciones específicas de cada modo de representación, así como la naturaleza y función de la referencia cultural. En pocas palabras, ¿qué significa referirse en 2010 a una novela de 1662? Los contextos y los códigos culturales son muy diferentes, es obvio, pero precisamente, hay que buscar captar lo que implica esa diferencia, los cambios de sentido que conlleva. Comparar no es detenerse en similitudes, a veces superficiales, entre textos o entre formas. Por el contrario, el enfoque del comparatista requiere que también nos centremos en las diferencias y los desarrollos. También es necesario adquirir bases sólidas de cultura general para reponer las obras de su época, la sociedad que las vio florecer y las mentalidades dominantes. Para aprovechar el cambio de escenario cultural que ofrece la literatura comparada, es necesario prepararse para el viaje.

¿Como proceder? Sé curioso ante todo. Curioso por las artes, las letras, la historia e incluso la filosofía. Hay que leer mucho, y como sugiere Séneca en una de sus cartas, hay que peinar como la abeja a los grandes autores para hacer de estas lecturas tu miel.

¿Qué leer?

LETTRE LXXXIV à Lucilius. De Senèque

La lectura. Cómo se utiliza para la composición. Las abejas. (extraer)

La lectura, en mi opinión, es necesaria, en primer lugar, porque impide el contentamiento exclusivo conmigo mismo; luego, introduciéndome en la investigación de otros, me hace juzgar sus descubrimientos y meditar sobre lo que queda por descubrir. Es alimento para la mente, que se distrae del estudio, sin dejar de ser estudio también. Uno no debe limitarse a escribir ni limitarse a leer: porque uno trae tristeza y cansancio (hablo de composición); el otro irrita y disipa. Hay que ir de uno a otro, y dejar que se usen mutuamente como correctivo: lo que habrá recogido la lectura, que la composición lo reúna. Imitemos, como se suele decir, a las abejas, que revolotean aquí y allá, picoteando las flores aptas para hacer miel, que luego disponen y reparten todo el botín a panal y, como lo expresa nuestro Virgilio:

De una miel líquida recogida lentamente,

Delicioso néctar, llena sus células (trad. Joseph Baillard)